Programm:
[01] Caminando (1937) 03:39 [02] Ocho Por Radio (1933) 05:42 [03] Planos (1934) 07:13 [04] First Little Serious Piece (1940) 02:46 [05] Second Little Serious Piece (1940) 01:34 [06] Toccata (sin fuga) (1933) 03:35 Tres Sonetos (1938) 05:58 [10] No sé por que piensas tú… (1937) 03:29 Homenaje a Federico García Lorca (1936) 11:19 [14] Sensemayá (1937) 04:25 total playing time: 50:02 Ensemble KNM Berlin Gabriel Urrutia baritone / speaker Roland Kluttig conductor |
Pressestimmen:
April 2016
18.01.2016 México mecanizado Si hace siete días nos visitaba un compositor americano (John Cage) interpretado por un ensemble europeo (The Barton Workshop), esta semana repetimos diálogo intercontinental, y de nuevo con un creador crucial para el desarrollo de la música en el siglo XX en su país de referencia, en este caso México, de la mano de Silvestre Revueltas (Santiago Papasquiaro, 1899 – Ciudad de México, 1940), de quien escuchamos una selección de obras camerísticas a cargo del Ensemble KNM Berlin, todas ellas con Roland Kluttig como cerebral y analítico director. La vocación internacionalista que la música de Silvestre Revueltas expone en el México de la primera mitad del siglo XX rehúye cualquier planteamiento localista que pudiera estar en boga en aquel momento en la construcción de la identidad musical del país azteca (marcada por el folclorismo, con Carlos Chávez como gran representante -un Chávez con quien Revueltas rompe en 1935-), apostando Revueltas por unir la modernidad del México urbano contemporáneo con las corrientes estéticas que llegan de los Estados Unidos (recordemos que Revueltas estudió en el St. Edward’s College de Austin, Texas, y en el Chicago Musical College) y Europa, incluido el flujo de emigrantes españoles que se desplaza al país centroamericano huyendo de la barbarie franquista; un flujo humano, cultural y musical a cuya tragedia Revueltas fue especialmente sensible (pensemos que en 1937 Revueltas viaja a España en calidad de secretario general de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios), y de lo cual es buena muestra, a modo de epitafio, la que está considerada una de sus obras para ensemble más maduras y logradas, el Homenaje a Federico García Lorca (1936), partitura estrenada en Madrid en 1937. No será la de Federico García Lorca la única influencia española que Revueltas alquitara en el gran mestizaje que suponen sus partituras, algunas de ellas presentes de un modo más puramente conceptual, nutriendo formas y estructuras cuya materia se teje con temas más típicamente mexicanos. La pieza más antigua de este compacto, Ocho por radio (1933), es un ejemplo paradigmático. Tal y como afirma Johannes Gall, Ocho por radio apunta «rasgos cubistas» en la superposición de capas sonoras, con sus polirritmos y saturación de motivos provenientes de la música popular mexicana, lo cual nos remite, por procedimientos formales, tanto a Charles Ives como a Igor Stravinsky; además de al cubismo de Picasso. Octeto de refinado sentido del humor y estructura tripartita, con dos partes extremas llenas de vitalidad, colorido y frenesí tímbrico que evocan la orquestina de los mariachis, y un bloque central calmo y balsámico, Ocho por radio habilita un espacio de hibridación que posibilita que su interpretación bascule entre enfatizar los ecos más puramente mexicanos o el peso de lo más puramente abstracto y estructural; alternativa esta última en la cual, como veremos más adelante, el KNM Berlin pondrá el énfasis frente a otras lecturas de sabor más mexicano. Es ésta una posibilidad que, en el caso de partituras como Toccata (sin fuga) (1933), se antoja más acertada en sus apenas tres minutos de frenesí y vértigos para violín y ensemble, dando salida a lo que el propio Revueltas afirmaba sobre su música: «Mis ritmos son pujantes, dinámicos, táctiles, visuales, pienso en imágenes que son acordes en líneas melódicas y se mueven dinámicamente». Ya desde su afirmativo y rotundo arranque de piano, Planos (1934) da un paso más en la dirección de la Toccata (sin fuga), por su abstracción desligada de referentes localistas, trabajando la forma de un modo más puro, más geométrico, algo que se enfatiza en una lectura tan aristada y definida en sus perfiles como la del KNM berlinés, que acerca la música de Revueltas a sus coetáneos centroeuropeos, por lo que la idea de hibridación estilística que alimenta la obra del mexicano se refuerza en ésta, una de las obras más aquilatadas del compacto. También lo es el ya citado Homenaje a Federico García Lorca, que de nuevo arranca desde un piano al que inmediatamente sucede una trompeta que entona un canto elegiaco, fúnebre, dolido, súbitamente asaltado por una muy festiva música popular en ‚Baile‘. Esta dicotomía, que pudiera parecernos hiperestilizada, ha de ser entendida en clave de la vivencia de la muerte en la cultura mexicana (recordemos, por ejemplo, la casi contemporánea ¡Que viva México! (1931), de Serguéi Eisenstein; o la poesía del propio Lorca). Este contraste se vuelve a dar, de forma más unitaria, si tomamos los dos restantes movimientos como un todo, en ‚Duelo‘ y ‚Son‘: el primero, con su tono apesadumbrado y sombrío; el segundo, con un frenesí polirrítmico que convierte la partitura en una auténtica pista de baile, en una de esas celebraciones a modo de catarsis colectiva que tan lúcidamente analizó, con respecto a la cultura mexicana (y a las centroamericanas, en general) Octavio Paz en tantos de sus ensayos. ‚Son‘ supone uno de los momentos más ivesianos del catálogo de Revueltas, además de uno de sus ejercicios de virtuosismo más perfectos. Escuchada en una versión tan diseccionada y cerebral como la del KNM, cada capa, ataque e inflexión se acera y perfila de un modo más nítido para comprender el denso tejido de la partitura, a pesar de su aparente desenfado y desenfadada fluidez (lo que no hace más que mostrar el genio de Revueltas para conciliar los ¿extremos? de lo estructural y lo expresivo). La breve Sensemayá (1937) se ha convertido en una de las piezas emblemáticas de Revueltas. Escuchamos en este compacto una versión mucho menos conocida que la revisión orquestal de la partitura del año 1938. Se trata de la versión original, pieza camerística para dieciséis instrumentistas que se muestra más esencializada, despojada y perfilada, aunque he de decir que en esta interpretación muchos menos narrativa, enfática y brumosa que la referencial lectura de Esa-Pekka Salonen con su orquesta de Los Angeles, parte de un disco dedicado a Silvestre Revueltas (Sony SK 60676) que resultó fundamental para la proyección del mexicano a escala mundial a finales del siglo XX. Baste escuchar el comienzo de Sensemayá en manos de Salonen para percibir el peligro, la acechanza de la muerte, del sacrificio, todo ello siguiendo el poema homónimo de Nicolás Guillén. Posteriormente, ya en lo más puramente rítmico, en esos bailes y danzas rituales, Salonen deja ver con mayor nitidez la innegable impronta de Stravinsky, aquí en versión caribeña, con ritmos propios centroamericanos y un ambiente no tan violento en sus contrastes, más unitario, con una progresión asfixiante. Aunque se trate de versiones distintas en efectivos instrumentales, Roland Kluttig aplica un tempo muy vivo, quizás demasiado, sin suficientes contrastes internos, que lleva su lectura a 4:35 minutos, mientras que Salonen se va a los 7:04, buena parte de ellos destinados a paladear con más misterio la introducción, diseminando motivos ancestrales y un uso de la cuerda mucho más efectivo; por lo cual, en términos generales (y, de nuevo, aunque se trate de la versión de cámara, la una; y la orquestal, la otra), me quedaría con la grabación de marzo de 1998 a cargo de Salonen. Caminando (1937) supone otro acercamiento a la poesía de Nicolás Guillén, de cuyo poema homónimo es prosodia musical y paseo marcado por un sereno discurrir articulado por el sensual ritmo de la rumba, convirtiendo lo que parece una cadencia inicial en motivo recurrente y lánguido apoyo para una serie de intervenciones destacadas de los metales sobre un fondo de percusión netamente caribeña que arrastra este paseo calmo y despreocupado, perfecto contrapunto para la tensión y amenaza latente en la ceremonial Sensemayá. México: país de contrastes; Revueltas: uno de sus más prístinos y lúcidos espejos… …ahora bien, no todo brilla siempre a la misma altura, y con No sé por qué piensas tú… (1937) no me podría mostrar tan optimista. De nuevo basada en un poema homónimo de Nicolás Guillén, aquí la palabra misma es audible, cantada en la voz del barítono valenciano Gabriel Urrutia, algo que muestra con nitidez el ejercicio de musicalización del poema, el patrón métrico que la prosodia poemática imprime al ensemble instrumental, si bien la propia audición del poema puede echarnos atrás. Más se agudiza esto en los Tres Sonetos (1938), basados en tres poemas de Carlos Pellicer, en este caso declamados (de nuevo por Urrutia). Los poemas de Pellicer están tan plagados de lugares comunes, de una poesía tan afectada y rimbombante, que distancian a cualquiera con un mínimo de sensibilidad de estos sonetos, ya sea en lo musical o -no digamos ya- en lo más puramente poético. Por tanto, las dos partituras con voz resultan no sólo muy inferiores con respecto a obras como Planos o Sensemayá, sino directamente anodinas. Por último, el díptico formado por First Little Serious Piece y Second Little Serious Piece, ambas del año 1938 y de nuevo stravinskianas hasta la médula, con una colorida escritura para vientos, muy marcada por lo rítmico, énfasis en la indagación tímbrica y un carácter más ‚internacionalista‘ que local, algo que se refuerza en una lectura del KNM berlinés que vuelve a traer a Revueltas a la estela de los compositores europeos coetáneos, mecanizando un tanto si se quiere unas partituras donde (un director habitualmente considerado frío, como) Salonen se muestra en global más sensual y refinado a la hora de buscar ambientes y un patrón de danza. Las lecturas de Kluttig ganan en claridad y autonomía de las voces, expuestas de un modo solista; si bien el empaste y la dramaturgia de que las dota Salonen es fundamental en muchas partituras, además de que, ya sea por proximidad geográfica o por un mayor estudio de las fuentes populares originales, la presencia de lo mexicano suena con más pertinencia en el disco de Sony, donde en las versiones del KNM por momentos parece que escuchemos ecos de una orquestina de mariachis mecánicos, robotizados. Las grabaciones son muy buenas y redundan en esa búsqueda de claridad a todos los niveles. La edición es la habitual en NEOS, muy cuidada, con ejemplos de partituras, fotografías y datos de grabación e intérpretes; además de los poemas de Guillén y Pellicer, y un ensayo (también disponible en castellano) a cargo de Johannes Gall, texto muy escaso y que directamente obvia varias de las obras registradas. Así pues, y aunque presenta algunas partituras que son dignas de conocer, en global me remitiría al compacto de Esa-Pekka Salonen en Sony para unas lecturas más idiomáticas, refinadas y logradas. Paco Yáñez |